Muchos psicólogos coinciden en
que la evitación puede ser cognitivo (mental) o de comportamiento y es un
factor de riesgo para una variedad de trastornos de ansiedad y depresión cuando
la evitación es irracional, angustiante o interfiere significativamente con las
actividades de la vida diaria. Por
ejemplo, en el trastorno de ansiedad generalizada, las personas a menudo tratan
de evadir su propio proceso de preocupón, mientras que en los trastornos de
ansiedad social, las personas suelen evitar las situaciones sociales en las que
puedan ser evaluados. En el
trastorno de estrés post-traumático, las personas suelen evitar las señales que
les recuerden el trauma. Existen
diversas estrategias conductuales contra evitación que van desde decirse
a uno mismo “Alto deja de pensar” y
jalar una banda elástica colocada en la muñeca, hasta permanecer en casa
durante períodos de tiempo prolongados. Los
intentos contra la evitación como son la distracción, a menudo son exitosos en
el corto plazo, ya que proporcionan un alivio temporal de la ansiedad, pero en
el largo plazo, estas estrategias pueden evitar que las personas alcancen sus
metas y pueden contribuir a la tristeza y a la depresión. La investigación ha demostrado que el
intento de evitar pensamientos o detener el pensamiento, en realidad se traduce
en una mayor frecuencia de esa idea. Del
mismo modo, los estudios han encontrado que privarse de alimentos, como en el
caso de una dieta restrictiva, resulta en una sobre preocupación por la comida
y, en algunos casos, en atracones de comida.
Es importante señalar que no
todo tipo de evitación es angustiosa o interfiere significativamente con las
actividades de la vida diaria. Por
ejemplo, hay listas de cientos de fobias
miedos extremos, irracionales y evitación de objetos o situaciones concretas, como el temor de los palillos, o el temor al número
13, que se pueden evitar con un mínimo de angustia y deterioro, a menos que los
individuos fóbicos deseen seguir carreras
alrededor de los palillos o del número 13. Mientras que estos temores son
claramente irracionales, los individuos con ellos aún pueden perseguir
objetivos a largo plazo y organizar su vida de tal manera que la exposición a
su objeto o situación temidos no se produce y la evasión no es un problema.
Cuando las estrategias de evitación
son irracionales y afectan el funcionamiento en varios aspectos de la vida,
obstaculizando el progreso de dichas metas a largo plazo, los psicoterapeutas
suelen animar a sus pacientes a exponerse al objeto o situación temida. Los estudios han encontrado que las
estrategias de exposición son superiores a otras formas de tratamiento para los
síntomas de ansiedad y trastornos, sin embargo, se sabe menos acerca de la
eficacia de la exposición en la depresión por lo que hay que tener cuidado con
estas estrategias.
A los individuos con trastorno
de ansiedad generalizada se les anima a exponerse a su propio proceso de
preocupación. Las personas con Trastorno
de Ansiedad Social se les anima a exponerse a situaciones sociales en las que
la evaluación es probable, a las personas con trastorno de estrés postraumático
se les puede pedir que escriban sobre su trauma o participen en un escenario de
realidad virtual similar a la asociada con el trauma (por ejemplo, el combate).
El mecanismo detrás de la
exposición que ayuda en el alivio a largo plazo de angustia y deterioro se está
aprendiendo. Debido a que las
estrategias de evitación, refuerzan o fortalecen la percepción de que
"algo verdaderamente terrible pasará si entro en contacto con mi objeto o
situación temida", la exposición les enseña a los individuos lo contrario:
que nada realmente terrible va a suceder al entrar en contacto con el objeto
temido o situación. El contacto
con el objeto o situación temida probablemente será difícil e incómodo al
principio, pero nadie se ha muerto por ello.